Pon la misma cantidad de agua en dos vasos idénticos.
Pregúntale a un niño de entre 3 y 5 años cuál tiene más agua.
Te dirá que tienen lo mismo. Hasta aquí todo bien.
Ahora saca una jarra de cerveza de esas grandotas y vuelca delante del niño el agua de uno de los vasos en la jarra.
Pregúntale otra vez dónde hay más agua, si en el otro vaso o en la jarra.
¿Sabes qué?
Siempre responderá que donde la línea del agua esté más alta.
¿Sabes qué más?
Si le preguntas por qué, te dará una explicación precisa y detallada.
¿Y sabes qué más más?
No intentes convencerle de que está equivocado. Simplemente no lo entiende.
Su cerebro no llega a procesar lo que acaba de suceder. No tiene la madurez suficiente.
Bien.
Pretender que un paciente deduzca por sí mismo que alguien es un gran médico porque es presidente de la prestigiosa sociedad europea de no sé qué…
… es poco menos que tratar de explicarle a mi crío qué pasa con los vasos y la jarra.
Entonces, si tú quieres meterte en la mente del paciente, si quieres estar ahí cuando y cada vez que piense en su problema…
… si quieres que llegue un punto en que se dibuje tu cara como la solución de la misma manera que al perro de Paulov se le dibujaba un bistec cuando alguien hacía sonar la campanita…
Tienes que hacer otras cosas.
Algunas de las más efectivas las cuento en mis correos diarios.
Día que estás fuera, consejo que te pierdes.